Conectadas con la derecha global, en los últimos años asociaciones como Los niños son intocables, Abogados cristianos, Profesionales por la ética o Género y libertad, encabezadas por VOX y acompañadas por el oportunismo de PP y Ciudadanos, no cesan de verter discursos en los medios de comunicación que ponen en jaque la débil educación sexual que se imparte en los centros educativos.
Estos discursos enarbolan la causa del “pin parental” denunciando una intromisión de lo público en el ámbito privado. En otras palabras, se oponen a que la escuela pública promueva la igualdad y los derechos fundamentales de las personas mediante un mecanismo de censura parental. En su estrategia de crispar el clima político, se han valido sin ningún pudor de la tergiversación, la manipulación, de bulos y fakes news lanzado acusaciones tales como que este tipo de acciones educativas promueven la feminización de los niños, la homosexualización del alumnado, la erotización de la infancia y la pederastia. El “pin parental”, está armado con la misma función con la que los sectores conservadores crearon la llamada “ideología de género”, despertar el miedo para rascar votos en aquellas dinámicas electorales que se mueven más a partir de la manipulación emocional, que de los argumentos.
Para comprender mejor por qué la extrema derecha ha puesto entre sus temas su punto de mira a la educación sexual, es necesario entender, que la educación sexual está íntimamente relacionada con la defensa de la igualdad, de la diversidad corporal, sexual y de género y de los derechos sexuales y reproductivos. Estas bases definen la educación sexual como un proceso para aprender a relacionarnos sexual y afectivamente desde los cuidados y la igualdad, que lleva implícito que todas las personas han de poder disfrutar de todos los derechos.
No se oponen la promoción de la salud sexual, siempre y cuando sea heterocéntrada (nada de hablar de protección en prácticas más allá del coito, ni de placer, ni de masturbación). En este sentido, defienden la prevención (de embarazos no planificados, de infecciones de transmisión sexual), pero no la educación. ¿Por qué? Porque la educación sexual pone en cuestión los valores tradicionales y es ahí donde sabemos que emergen los pudores conservadores. Que la sexualidad se asocie al placer y no a lo reproductivo, que el deseo y la atracción no sean condiciones estáticas, que la biología no sea un destino y que el género nos haya permitido entender que la sociedad la construimos entre todas las personas y que lo que construimos también lo podemos cambiar, es algo que ruboriza en extremo a la extrema derecha.
La tradición que se cree intocable se siente amenazada y se reviste de verdades absolutas para naturalizar las normas sociales sobre el sexo, el género y la sexualidad y de paso las desigualdades, discriminaciones y violencias que viven cotidianamente quienes no se ajustan a ellas. Como dice la investigadora en movimientos anti-género en España, Mar Venegas, si hay reacción es porque algo estamos haciendo bien.
Y es que la educación sexual es una herramienta muy potente de transformación social. Por muchos motivos, pero entre otros, porque sabemos que la sexualidad, va más allá de nuestras vivencias individuales de placer y de intimidad, es un elemento de organización social que jerarquiza cuerpos y los deseos. La educación sexual nos permite subvertir esas dinámicas de poder y caminar hacia la justicia erótica, es decir, como nos propone val flores, hacia la construcción de entornos sociales en los que la violencia, el estigma o la discriminación no tengan cabida y sean el placer, el consentimiento, la satisfacción y el deleite los principios rectores de la sexualidad
Sin embargo, el cambio no es fácil, aún encontramos bloqueos institucionales y políticos para hacer realidad una educación sexual integral. El debate entre incorporar una asignatura específica o impulsar la educación sexual en los currículos escolares, finalmente se saldó con la apuesta por la transversalización. A pesar de que diferentes leyes proponen referencias legales esenciales para su implantación, su aplicación práctica es de momento testimonial.
En el contexto catalán, en 2020, despegó el programa Coeducat, con el que por fin la alianza entre educación sexual y coeducación parece afianzarse y es un primer paso para la estabilización de los contenidos de la educación sexual en el curriculum educativo. Sin embargo, para la materialización de este programa, de momento es voluntario para los centros educativos, es imprescindible aumentar la formación específica del profesorado, conseguir una mayor implicación de toda la comunidad educativa y una mejora en las condiciones de trabajo del profesorado (desbordado por las plantillas insuficientes, ratios muy altas, sobrecarga de trabajo burocrático y un largo etcétera).
De momento, la realidad que observamos en los centros es de una enorme variabilidad y una escasa sistematización de las acciones en educación sexual. En general, los centros delegan la educación sexual a un agente externo. Esto conlleva que el profesorado no se sienta responsable de incorporar la educación sexual considerando que es responsabilidad de las personas que nos trasladamos al centro educativo. Este modelo, además de poco eficaz, ya que se trata de acciones puntuales, contribuye a que la comunidad educativa se convierta en usuaria de servicios. En la lógica liberal, cuando las personas somos usuarias podemos cuestionarlos y decir por ejemplo “con mis hijos no te metas”, una lógica que subyace también en los discursos conservadores. Frente a esta lógica es urgente consolidar la igualdad, la diversidad sexual y de género y los derechos sexuales y reproductivos en el curriculum educativo. Es responsabilidad de la administración pública implementar la educación sexual, formar al profesorado, hacer el seguimiento necesario y evaluarla adecuadamente, para que, terminada la educación secundaria obligatoria, las personas jóvenes dispongan de estrategias para tomar decisiones sobre sus sexualidades, escoger las que mejor se adapten a sus contextos y poder vivir sexualidades más seguras y más placenteras.
[Artículo escrito por Clara Martínez, del equipo de "sexualitats-educació sexual feminista" de SIDA STUDI, publicado el 10/11/2022 en el medio La Directa]