Consideramos una práctica de riesgo aquella en la que el VIH se introduce por medio de alguno de los fluidos con capacidad transmisora al torrente sanguíneo de un organismo a través de una herida abierta o una mucosa. (Véase la pregunta «¿Cómo se produce la transmisión del VIH?»)
A partir de esta premisa, actividades cotidianas vinculadas a la convivencia como compartir espacios en el trabajo o en el gimnasio, compartir comida o bebida, utilizar el mismo lavabo, ir en transporte público o a la escuela, dormir en la misma cama o dar la mano, besar o abrazar a una persona que vive con el VIH, entre otros, no suponen ningún riesgo de transmisión.
Cuando hablamos de transmisión sexual...
Hablamos de prácticas sexuales de riesgo para referirnos a aquellas en las que, por medio de un fluido con capacidad transmisora, se puede introducir el VIH en otro organismo a través de una mucosa (o puerta de entrada). Estas prácticas son la penetración anal y/o vaginal y el sexo oral (felación, cunnilingus y/o anilingus) siempre que no se use preservativo o que la persona con VIH no esté tomando tratamiento antirretroviral y esto haga que la cantidad de VIH en sus fluidos corporales sea muy elevada. (Véase la pregunta «¿Qué quiere decir “indetectable = intransmisible (I = I)”?»)
Aparte de esto, no todas las prácticas mencionadas suponen el mismo riesgo de transmisión. Teniendo en cuenta esta variable, las prácticas se pueden diferenciar de la siguiente manera:
Prácticas sexuales de alto riesgo (siempre que no se utilice preservativo)
- Penetración anal (pene+ano).
- Penetración vaginal (pene+vagina). En caso de haber presencia menstrual, el riesgo de transmisión del VIH aumenta.
Prácticas sexuales de bajo riesgo (siempre que no se utilice preservativo o bandas de látex)
- Felación (boca+pene).
- Cunnilingus (boca+vagina). En caso de haber presencia menstrual, el riesgo de transmisión del VIH aumenta.
- Anilingus (estimulación oral del ano).
- Compartir juguetes sexuales de forma inmediata.
Respecto a la práctica sexual de fricción vulva+vulva, aunque pueden entrar en contacto los fluidos vaginales, no hay evidencias científicas que permitan confirmar que puede producirse una transmisión del VIH.
Algunas creencias culturales que pueden incrementar el riesgo:
- Desigualdad de género: el ideal del amor romántico, de la fidelidad en la pareja y la violencia de género, puede provocar una situación de desigualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, la insistencia en no usar preservativo, el miedo a perder a la otra persona, la falta de comunicación o el ejercicio de poder por parte del hombre sobre la mujer en una relación heterosexual.
- Discriminación hacia las sexualidades no heterosexuales: puede haber falta de información sobre prácticas no coitocéntricas, falta de acceso a material preventivo adecuado, estigmatización de las relaciones que no responden al ideal heteronormativo, exclusión social, etc.
- Las desigualdades vinculadas a ideales homonormativos, ideales de belleza, situaciones de precariedad socioeconómica, exclusión sanitaria, racismo o diversidad funcional, entre otros, pueden incrementar la vulnerabilización de algunas personas ante las prácticas de riesgo.
Cuando hablamos de transmisión sanguínea...
En la práctica, es bastante difícil que sangre infectada por el VIH se introduzca en otro organismo a través de una herida abierta, ya que son contactos que no suelen producirse y que, en todo caso, evitamos de manera instintiva. Con esto en mente, el riesgo de transmisión sanguínea puede darse por:
- Compartir de manera inmediata objetos cortantes sin desinfectar previamente: agujas para jeringas, material punzante para hacer tatuajes, piercings, hojas de afeitar...
- Compartir de manera inmediata objetos que puedan contener restos de sangre: cepillos de dientes, material para esnifar sustancias...
En cuanto a la transmisión de madre a feto, conocida como transmisión vertical, también se produce porque el VIH de la mujer pasa al torrente sanguíneo del feto a través de la sangre. La transmisión puede darse durante el embarazo, durante el parto o bien en el período de lactancia (ya que la leche materna se produce a partir de la sangre). En la actualidad, en Cataluña y en el Estado español, la efectividad de los tratamientos antirretrovirales y su capacidad para reducir la carga viral hasta niveles indetectables, ha hecho que las mujeres que se encuentran en esta situación no transmitan el VIH a los bebés durante el embarazo y el parto. En el caso de la leche materna, aunque el hecho de tener carga viral indetectable reduce el riesgo de transmisión, se han visto casos de mujeres con carga viral indetectable en sangre pero detectable en leche materna, lo que no evitaría la transmisión al bebé; es por ello que la recomendación en el caso de la lactancia, siempre que sea posible, es utilizar leche de fórmula.